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Salto al vacío

Silvio E. Avendaño C.

 

En la primera página del diario de mayor circulación, la foto, en la plaza central de la capital del cielo, de los guerrilleros reincorporados a la vida civil, rodeados por un enjambre de periodistas y camarógrafos, al descender del vehículo que, los condujo desde las montañas, de caminos estrechos y tapizados de barro y piedra. Lucían barbados, cansados, mortificados por la inclemencia de la guerra y el trajín de la montaña pegado a la ropa.

 

Tres semanas atrás había comenzado la odisea de camarógrafos y el director. El lunes un hombre los condujo a un apartamento. Al día siguiente volvieron al terminal; viajaron en un bus intermunicipal, como turistas que paseaban por el suroriente del país. Anduvieron en un jeep, hasta un punto donde desaparecía el asfalto en una carretera angosta y empedrada. Caminaron por más de una hora hasta llegar al campamento guerrillero y allí expusieron el propósito de realizar una producción audiovisual a los combatientes.

 

Contemplaron el campamento de los alzados en armas. Al día siguiente se reunieron con los hombres y las mujeres que vivían vigilantes de los ataques del ejército, que después de años de lucha, esperaban que se finiquitaran los acuerdos de paz, para reincorporarse a la vida civil.

 

Pronto se encontraron en la realización del video, el cual era el objeto de la visita de los reporteros, al grupo de los alzados en armas. Tres trípodes hechos de leños, amarrados con cabuyas fueron el apoyo para las cámaras. La invención de una historia no era difícil pues muchos de ellos la habían vivido. Por ejemplo, el padre no estaba de acuerdo con la hija en el hecho de que el novio fuera un guerrillero. No hubo necesidad de estrellas ni de actores porque más de un joven o una guerrillera se dispusieron a narrar su historia.

 

Terminada la grabación proyectaron con ayuda de un televisor, conectado a la cámara, para ver la filmación. Quizá para espantar la ansiedad de meses sin actividad beligerante, pues las conversaciones para los acuerdos de paz avanzaban lentamente, los guerrilleros se volcaron ante la pantalla y se sintieron extraños al verse en blanco y negro.

 

Al comenzar la segunda semana, los camarógrafos y el encargado de la dirección de la película se hallaron sin oficio. El tiempo se alargaba en la incertidumbre de cuando abandonarían el campamento guerrillero. Miraban la trocha por la que llegaría el vehículo que los conduciría a la ciudad. Pasaban los días y el transporte prometido no llegaba y, ellos recorrían una y otra vez el campamento que, poco a poco, comenzaba a desmantelarse.

 

Sin saber que hacer… lunes, martes, miércoles en el campamento. Los guerrilleros vivían en la disciplina castrense. Temprano en la madrugada se levantaban e iniciaban los ejercicios del rigor militar. Pero para ellos, los “cineastas”, la vida era distinta, dado que su trabajo había terminado. El frío del páramo los atormentaba y la…

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