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Como es sabido, las consecuencias de esta dolencia son devastadoras. Hay pérdida progresiva de la memoria y la capacidad de pensar, lo que termina afectando al comportamiento y la personalidad. Las expectativas vitales se reducen y la autonomía desaparece. El quebranto individual, familiar, social y económico es muy grave.
Con el aumento de la población envejecida y de la esperanza de vida, el impacto del alzhéimer crece. Cada año se diagnostican unos 10 millones de casos en el mundo, y se estima que el número de afectados, por ejemplo, pasará de 1 000 000 en 2025 a 1 700 000 en 2050 en España.
Por eso, cada avance en el conocimiento de sus causas es un paso hacia una mayor calidad de vida de las personas que lo padecen. Y en última instancia, hacia su curación.
Acumulación de desechos
En la enfermedad de Alzheimer fallan mecanismos básicos para estabilizar y reciclar determinadas proteínas en las células del cerebro, que son como bloques de construcción esenciales para su supervivencia. Al fallar estos mecanismos, se acumulan en el cerebro residuos de bloques defectuosos, verdadera “basura proteínica”. Desde que fueron observados por el científico alemán Alois Alzheimer a principios del siglo XX, permiten identificar la enfermedad.
Los deshechos (ovillos de proteína tau hiperfosforilada dentro de las células y placas de proteína beta-bamiloide alrededor de ellas) dañan circuitos neuronales, impidiendo la transmisión de señales. Surgen así la pérdida de memoria, la incapacidad para resolver problemas, la depresión, los cambios de comportamiento y la disgregación de la personalidad.
Suma de riesgos
No se sabe por qué fallan estos mecanismos celulares básicos. La clave parece ser la suma de numerosos factores ambientales, actuando sobre condicionantes de predisposición genética. Pero aún no es posible unir los eslabones.
En la revista The Lancet, una comisión de expertos analiza periódicamente los factores de riesgo de demencias]. Según sus últimas estimaciones, los factores genéticos representan el 55 % del riesgo. El otro 45 % se compone de 14 factores ambientales que actúan a lo largo de la vida. Y entre ellos figura de manera prominente la sordera del adulto.