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Otilio González, la vida y muerte de un poeta menor en tierra de colibríes

Dos pasiones alentaron al abanderado del modernismo, la poesía y la política, pero esta última le costó la vida

En la historia de

hay zona grises, fulgores, heroicos lances, traiciones, negros pozos y tragedias. De estas últimas quizá sean las promisorias vidas jóvenes perdidas las que más pena causan.

Desde el origen de nuestra ciudad hasta hoy, sabemos de jóvenes muertos por una disputa amorosa, como Agustín Jaime; o que por una desilusión se dan la muerte, como Manuel Acuña. Hay otros que mueren por imprudencias, o por estar donde no debían o con quienes no les conviene o por sus ideas políticas, y de estos el más claro ejemplo es Otilio González.

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La fachada en ruinas de la casa donde nació Otilio González, en el centro de Saltillo.

Este joven poeta, oficio que no debería representarle mayor situación de riesgo, fue mostrando inclinación por la vida pública desde su etapa de bachiller y luego en la UNAM; y en una época tan convulsa como la que vivió, tras cometer algunas imprudencias, estar donde no debía y defender con un grupo de afines ideas antirreeleccionistas, fue asesinado.

DE UN TALENTO POCO USUAL

Nuestro Otilio hizo su vida en Saltillo y estudió en el Ateneo Fuente, luego se trasladó a México a estudiar la carrera de Derecho, en la que brilló. Fue también columnista en varios periódicos y mostró siempre preocupación por los más vulnerables.

Para Otilio, escribir versos fue una vocación, ya que por profesión era abogado, pero fueron sus dotes de orador las que le abrieron las puertas de la política, al grado de que Álvaro Obregón intentó varias veces que trabajara en su campaña, a lo que se negó siempre por su simpatía con el general Francisco Serrano.

Considerando que nació en una familia conservadora, y atendiendo a lo que el historiador Vito Alessio Robles escribió de él, –que recibió una educación estrictamente católica–, entendemos la tensión en sus poemas: “por el choque moral entre el placer de la carne y la salvación del alma”.

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De fuerte personalidad, así era Otilio González.

A la par de su crecimiento como escritor mantuvo genuino interés por los desvalidos y fue por esa razón que se acercó a la política, al considerar que era el mejor camino para que lo que pensaba se convirtiera en acciones que les mejoraran la vida.

Sus dotes argumentativas le permitieron avanzar, hacer amistades y ser diputado. Además, por sus afinidades, aceptó ser el orador oficial en el equipo del general Francisco Serrano, un sonorense ligado a Álvaro Obregón y candidato antirreeleccionista en 1927 a la Presidencia de la República.

Fue esta amistad la que le puso una…

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