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Wilfredo Rosales, la Biblia del vallenato

Wilfredo Rosales nació un 26 de junio del año 1969, el viejo Alfonso Rosales, su padre, quiso aprovechar el veranillo de San Juan, para sembrar la “rosa”, un pequeño cultivo de pancoger que suelen hacer para esa época casi todos los campesinos del pueblo. El día que Wilfredo nació, como decía mi amigo y poeta Juan Arrieta Flórez, el cielo presagiaba una tormenta e insinuaba los húmedos olores del viento y de la lluvia; la naturaleza se había vestido con el amplio ropaje gris con que acostumbra ataviarse para iniciar la fiesta feliz del invierno, mientras tanto, el viejo Alfonso no dejaba de rezarle a Dios, para que ese año su hijo que ya estaba casi por nacer, le trajera bendiciones y éxitos en su cosecha.

Las nubes se mecían libres, y la brisa fresca y generosa, acariciaba suavemente las pieles y los espíritus resecos, porque en este pueblo, el día que llueve hace frío y el susurro sutil del viento desgaja raudo y delicioso desde lo alto, un ansiado aguacero que moja y entripa este rinconcito de nuestra patria hermosa que todos queremos, porque según cuentan nuestros viejos, en Sincé todos los años le crecen las alas al viento.

Hablar de Wilfredo Rosales es soñar con un mundo mágico de historias fantásticas, de cuentos y anécdotas, de datos biográficos milimétricamente fechados por estudiosos historiadores, que al igual que él, han logrado con su memoria prodigiosa, narrar cada instante de la vida los versos líricos de poetas que han hecho grande este bello folclor. Hablar de Wilfredo Rosales es pasearse altanero por un amplio territorio plagado de juglares, que le hacen canciones a la cotidianidad, que le cantan alegre a la tristeza y describen con metáforas y rimas, cada vivencia, cada ocurrencia, cada pena.

Wilfredo se hizo famoso sin saber que la humildad sería su mejor virtud y aliada de siempre, esa misma que más adelante le abriría las puertas para ganarse merecidamente el cariño y el respeto de todos los amantes de la música vallenata. Nunca ha negado su origen humilde, hijo de Alfonso y Enalba, sus héroes, campesinos ambos y trabajadores respetables, que lucharon siempre unidos por el amor que les perduró hasta el día de su muerte, librando juntos cada una de las batallas que les propuso la vida. Luego de vivir toda su infancia y adolescencia en Sincé, su tierra natal, su padre que ya trabajaba en Venezuela, le traía sagradamente todos los diciembres como regalo del niño Dios, una bolsa llena de casetes con música vallenata, los cuales compraba por docenas en la ciudad de Maicao, y como esto era lo que más le gustaba, se aprendía rápido todas las canciones para luego cantarlas con entusiasmo y devoción.

A pesar de la terrible situación de pobreza que Alfonso tenía, nunca perdió su sentido de responsabilidad, y se lo llevó para el vecino país a trabajar con él en una hacienda o matera cerca de la población de Machiques, estado de Zulia. Cuando el joven se percató que…

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